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Perspectivas historiológicas sobre las catástrofes naturales: dialéctica entre la cosmovisión romana y los apologistas cristianos (s.II-IV).


Karl Briulov, El último día de Pompeya, (1833).
Karl Briulov, El último día de Pompeya, (1833).

Prolegómeno


Piedad Bonnet nos dice que las cicatrices cuentan una historia puntual, algún dolor y su fin. Y, ya que las cicatrices son las costuras de la memoria, lo que pretendo hacer en esta breve disertación es presentar una especie de acerico epistemológico de algunas cicatrices históricas, es decir, considerar algunas perspectivas historiológicas en torno a las catástrofes naturales. Con este propósito, comenzaré con un breve análisis del empleo que los medios de comunicación españoles han dado en los últimos años a términos relacionados con el medioambiente. Posteriormente, concluiré exponiendo algunas reflexiones político-religiosas presentes en la sociedad romana de los siglos II al IV, centrándome en el diálogo entre la cosmovisión romana y la cristiana en torno a las catástrofes naturales.


¿Por qué hablar de catástrofes naturales?


Analizar el uso, o desuso, de las palabras en los medios de comunicación es un indicador que nos posibilita observar el curso cultural, político, tecnológico, económico, religioso, medioambiental, etc. característico en las sociedades. Según los estudios presentados por la Fundéu, las palabras más utilizadas en España durante el 2023 se relacionan con el medioambiente, la política y la tecnología. Términos como: amnistía, guerra, seísmo, macroincendio y fentanilo, fueron de los más utilizados.


Al iniciar el año 2024, la Fundéu realizó un análisis global de aquellas palabras que caracterizarían el año. Vocablos como: polarización, auténtico, alucinar, carisma, modo crisis, codinflación y cibergarrapata fueron algunos de los seleccionados. Cada uno de estos términos han sido explicados por las instituciones lingüísticas que los han divulgado; en ese sentido, resulta particularmente llamativa la palabra “modo crisis”. La sociedad para la lengua Alemana señala que una de las razones de uso es por la crisis climática que enfrentamos en nuestros días. Habiendo dicho esto, y dejando a un lado el debate político-científico sobre la existencia o no existencia de un cambio climático, algo imposible de obviar es el lugar que tienen los fenómenos naturales en nuestro planeta y, por ende, en los medios de comunicación, ya que juegan un rol informativo.


Al realizar una búsqueda en verba volant, encontramos que la palabra “catástrofe” se utilizó 145 veces a lo largo del año 2024 en artículos de prensa de RTVE, aumentando exponencialmente su uso en los meses de octubre (27 veces), noviembre (48 veces) y diciembre (17).  Lógicamente, después de las inundaciones por la DANA en la Comunidad Valenciana y otras zonas de España, su uso ha ido formando parte de la cotidianidad española. En los tres últimos meses del año 2024, el término DANA fue utilizado 797 veces en artículos de prensa de RTVE en los meses de octubre (121), noviembre (453) y diciembre (223).


En la medida en la que realizamos un ejercicio de observación sobre las principales palabras utilizadas en los medios de comunicación española de los últimos años, extraemos que la terminología vinculada a los fenómenos naturales medioambientales ha tenido un empleo prominente, recurrente y con la capacidad de marcar una tendencia lingüística. Desde el coronavirus de 2020, las nevadas en Madrid y la erupción en la Palma de 2021, el macroincendio en Grecia de 2023, la DANA de 2024 y los incendios en California de 2025, solo como algunos ejemplos que apuntan a que las catástrofes han estado, siguen y seguirán estando, muy cerca de nosotros.


Ahora bien, cada colectividad reacciona y reflexiona de manera distinta a las catástrofes naturales. Por ejemplificarlo, desde nuestra contemporaneidad ya se han divulgado lecciones aprendidas y no aprendidas de la DANA. Sin embargo, lo que ahora nos propondremos es considerar las bases ideológicas de las sociedades del primer siglo de nuestra era que, al igual que nosotros, reaccionaron y reflexionaron en torno a catástrofes naturales.


Las catástrofes en el mundo romano de los primeros siglos


Las catástrofes pueden tener la capacidad de asombrarnos. Tristemente, Plinio el Viejo no nos pudo dejar una reflexión sobre esto, ya que murió intentando contemplar de una mejor manera la erupción del Vesubio del año 79. Fue su sobrino, Plinio el Joven, el que muy probablemente nos haya dejado el testimonio de este suceso al escribirle a su amigo, el historiador Tácito.


Las fuentes clásicas conceptualizan los fenómenos naturales como expresiones intrínsecas de la voluntad de las divinidades, integrándolos en una cosmovisión sacralizada del orden universal. Por lo que, los actos religiosos de un individuo están vinculados a la disposición favorable o desfavorable de los fenómenos naturales. De ahí a que, en el mundo romano, siguiendo la interpretación sagrada de la historia, se comprendiera en unidad la religión y el estado con el fin de garantizar lo que ellos llamaban pax deorum, es decir, el mantenimiento del orden natural y político.


La intervención divina constituye el factor que asegura la estabilidad y la perdurabilidad del Estado Romano. No cumplir con los estándares religioso-estatales podía acarrear la condena conocida desde el mundo griego como asebeia (impiedad o irreverencia hacia los dioses). En el mundo romano, este concepto evolucionó hacia el término atheoi, aplicado a los cristianos, quienes eran acusados de impiedad por no rendir culto a los dioses de la ciudad, los antepasados o el Imperio.


Un ejemplo: el caso de los cristianos


Una de las catástrofes más recordadas de los primeros siglos de nuestra era fue el incendio de Roma del año 64. Al margen de la culpabilidad que Nerón dictó hacia los cristianos; a quienes Tácito trata de inocentes, no obstante, sí los considera culpables “de odio al género humano”. ¿Por qué razón? Porque los cristianos habían decidido no participar de las ceremonias de expiación tras el incendio. Fue, posiblemente, esta reacción de los cristianos la que pudo popularizar de manera convincente la calificación de culpables ante todo el Imperio. Sin embargo, no hay consenso entre los historiadores del mundo clásico.


Para algunos, la culpabilidad hacia los cristianos se fundamenta jurídicamente en su ateísmo y crimen hacia el culto oficial y la religión romana. Sin embargo, para historiadores como Joseph J. Walsh, la acusación hacia los cristianos de ateos no se da en la primitiva literatura cristiana ni en las fuentes paganas conservadas durante los dos primeros siglos, sino que se producirá un cambio discursivo a partir del gobierno de Marco Aurelio. Según Walsh, las primeras motivaciones de odio hacia los cristianos se dieron por motivos morales, más adelante fue cuando los intelectuales paganos profundizaron en aspectos doctrinales.


Esta encrucijada entre los cristianos y los romanos que se da a partir de la mitad del siglo II se desarrolla en medio de una serie de situaciones catastróficas como, por ejemplo, el terremoto que arrasó Caria, Cos y Rodas, además del que afectó ciudades en el Helesponto y Bitinia; por otro lado, otra de las situaciones catastróficas con las que se lidió durante la época fue con las epidemias tanto con Marco Aurelio como bajo el gobierno de Cómodo. Por si fuera poco, en medio de estos desastres naturales, incursionaban conflictos bélicos como la campaña de Lucio Vero y Marco Aurelio contra los partos (161-166), las guerras marcomanas (166-180), la sublevación de Avidio Casio y de los ejércitos de Oriente (175), entre otros casos.

Uno de esos otros casos fue la negativa de los cristianos a participar de la supplicatio general decretada en Roma por Marco Aurelio (167-168).


Desde el punto de vista romano, esto significaba un impedimento para el restablecimiento de la pax deorum.  Por lo tanto, la culpabilidad de los cristianos era doble. En primer lugar, eran responsables de los desastres naturales por su desprecio a las divinidades romanas. En segundo lugar, debido a su negativa en participar de los actos religiosos hacia los dioses, por lo que esto contribuía a que no se recuperara la pax deorum. Es en este contexto en el que comienzan a proliferar escritos como los que posiblemente el emperador Antonino Pío dirige a la asamblea de la provincia de Asia, en los que acusa a los cristianos de ateísmo.


Los apologistas cristianos


Múltiples cristianos principiarán el desarrollo de una estrategia apologética expresada en textos hacia figuras prominentes del Imperio Romano, ya que estaban siendo culpados como la causa de los fenómenos naturales. En términos generales, surgen lo que la historiografía ha denominado los apologistas griegos y latinos. Escritos como las Apologías de Justino Martir (150-155 /161-165), la Apología de Melitón (176), la Súplica en Favor de los cristianos de Atenágoras (177-178), la Apología a Autólico de Teófilo de Antioquía (180), el Apologeticus de Tertuliano (197), la obra de Minucio Félix, Octavio (197), el tratado de Orígenes Contra Celso (248), la respuesta de Cipriano de Cartago a Demetriano (252) el de Firmilano de Cesarea (256-57), etc.


Los apologistas cristianos se esforzaron en argumentar una serie de ideas, respecto a las acusaciones recibidas como responsables de las catástrofes naturales, abordando la cuestión desde un enfoque tanto general como particular. Desde el punto de vista general, demostraron que el cristianismo representa una ventaja respecto al comportamiento cívico, de manera concreta, apuntando a que el Imperio no tendría mejores aliados en los cristianos para el mantenimiento de la paz en el Estado. De esta manera, los emperadores no debían dudar de la lealtad y obediencia de los cristianos, ya que estos oran a Dios “por los reyes, y por todos los que están en eminencia” (2 Timoteo 2:2). Esta es la forma más eficaz de mostrar respeto hacia el emperador, presentándolo ante Dios, pero no tratándolo como divinidad. Otra de las ideas destacadas por los apologistas, principalmente los latinos, fue la del castigo divino para los gobernantes que hayan ejercido una conducta injusta.


Desde el punto de vista particular, la respuesta de los apologistas cristianos fue la negación de la responsabilidad de los cristianos de las catástrofes naturales. Las catástrofes la sufrían y eran afectados por ella los cristianos, los no cristianos y los dioses paganos. Es decir, todos los seres humanos son igualmente afectados. No obstante, otra de las respuestas presentadas por los apologistas se basó en un retorsio argumentorum, es decir, ellos explicaban que las catástrofes naturales se daban por la moralidad errada de la sociedad romana. Por tal razón, los fenómenos podían ser presentados como manifestaciones de la ira, o cólera de Dios.


Conclusiones


En suma, subrayamos de las perspectivas historiológicas examinadas sobre las catástrofes naturales, tanto en nuestra época como en el diálogo entre el mundo romano y los apologistas cristianos.


  1. La relevancia contemporánea de las catástrofes naturales en el discurso mediático y social

El análisis del lenguaje utilizado en los medios de comunicación muestra un creciente protagonismo de términos relacionados con fenómenos naturales y ambientales. Este uso refleja preocupaciones actuales, como el cambio climático y sus impactos, y subraya cómo las palabras se convierten en indicadores culturales, políticos y sociales de cada época.


  1. La interpretación religiosa y política de las catástrofes en el mundo romano

En la antigüedad, los fenómenos naturales eran percibidos como señales de la voluntad divina. En el contexto romano, el incumplimiento de los rituales religiosos se consideraba un acto de impiedad que amenazaba la pax deorum (la armonía entre los dioses y los humanos), atribuyendo a los cristianos una doble culpabilidad: por no rendir culto a los dioses y por obstaculizar la restauración del orden divino y político.


  1. La respuesta apologética cristiana frente a las acusaciones de impiedad

Los apologistas cristianos desarrollaron estrategias para defender su fe, negando su responsabilidad en las catástrofes naturales y argumentando que estas afectaban a todos por igual. Además, atribuyeron estos fenómenos a la corrupción moral de la sociedad romana, presentándolos como una manifestación de la ira divina, mientras reafirmaban su lealtad al Imperio desde una perspectiva espiritual y no idolátrica. 






 
 
 

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